Las Empresas
¿Humanistas y rentables?
Urge una nueva visión de la RSE
por Oscar Muñoz
Investigador / Académico
Se aspira a un cultura organizacional cimentada en el desarrollo humano integral de la persona para alcanzar el Bien Común de la entidad y su entorno social
Según Alvira & Llano (1992) ni la ética empresarial, ni el apoyo al llamado «mundo de la cultura» son el buscado humanismo. Tampoco consiste éste en crear una «Dirección de personal» o de «Recursos humanos». Extraordinaria la labor que en esos resortes interiores a la empresa se lleva a cabo, pero no son suficientes. Para estos autores, el humanismo consiste simplemente en tomarse en serio al ser humano, lo cual sólo se puede hacer, de dos maneras, que lejos de ser excluyentes, son complementarias. Una es considerar al hombre como absoluto. La otra, considerarlo como una totalidad.
Es así como Alvira (1989) asevera que para apoyar al hombre occidental del vacío en que está, se debería tener una concepción del ser humano mucho más allá de las obras de beneficencia o actividades de mecenazgo o donaciones a las artes o la cultura, sino que:
“Hace falta apoyar un humanismo que salve al hombre occidental del vacío en que se encuentra. Pero, ¿Qué es
el humanismo? ¿Dominar, como en el Renacimiento, las letras griegas y latinas? ¿Aprender a gozar de la
literatura? ¿Saber, además, mirar un cuadro sin indiferencia? ¿Luchar por las justas reivindicaciones de los
oprimidos y menesterosos? ¿Una buena mezcla de todo ello? Bien, y todo eso, en cualquier caso, ¿Qué tiene que ver con la empresa? Sí, ya ahora se ve claro. Humanismo empresarial debe querer decir organizar
exposiciones de pintura, conciertos de buena música, subvencionar congresos científicos, dar becas y subsidios a jóvenes prometedores y científicos y artistas consagrados, montar fundaciones para la cultura. ¡Qué bonitas son todas esas actividades, qué útiles y que dignas de alabanza, a mi juicio! Pero no son más que una parte -quizás pequeña- del humanismo empresarial” (Alvira, 1989)
Ese modelo se resume en dos puntos:
a) Ocuparse de los demás no es un acto añadido de benevolencia o de solidaridad, sino que es una obligación radical y natural del ser humano.
b) La perfección de lo humano, lo humanístico, ha de integrarse, de modo oportuno en cada caso, en la vida de la empresa y en la de los empresarios.
Esto es, por un lado la cultura organizacional cimentada en el desarrollo humano integral de la persona para alcanzar el Bien Común de la entidad y su entorno social, es decir “el conjunto de condiciones que permitan a todos y cada uno de sus miembros a alcanzar su máximo desarrollo espiritual y material posible”; mientras que, por otro, el desarrollo de actividades humanísticas ligadas al arte y la cultura ha de integrarse en la empresa y sus stakeholders.
Este nuevo concepto de humanismo empresarial proviene del IESE Business School de la Universidad de Navarra, rankeado dentro del top five mundial según The Financial Times, durante los últimos cinco años junto al Instituto ESE de la Universidad de Los Andes.
Esta gestión humanista no es un enfoque ingenuo, ni con falta de realismo. Por el contrario, cada vez hay más evidencia de que las virtudes humanas y los hábitos de las personas, son muy relevantes para el desempeño en el mundo de los negocios y las empresas (Horvath, 1995; Solomon, 1999; Walton, 2001; Melé, 2003). Las empresas hacen mucho más que sólo ganar dinero.
Según el CNCA (2013), en La Responsabilidad Social Empresarial y su Aporte a la Cultura, en el caso del Reino Unido, las empresas que invierten en arte buscan hace vínculos cada vez más directos entre su trabajo y el apoyo que realizan. La investigación de Arts & Bussines (2004) concluye que aquellas que tienen esa relación de manera más evidente, son las que en mayor medida
seguirán entregando financiamiento a las artes.
La gestión humanista no es un enfoque ingenuo, ni falto de realismo. Cada vez hay más evidencia de que las virtudes humanas y los hábitos de las personas, son muy relevantes para el desempeño en el mundo de los negocios
En la misma línea, una investigación acerca de la relación entre la RSE y el apoyo corporativo a la cultura y las artes en Bulgaria y Rumania, concluye que la principal razón por la que las compañías de esos países no son muy propensas a invertir en estas materias, es su preferencia a invertir en iniciativas directamente relacionadas con su actividad (Lamandi y Constantin, 2012). Es decir, cuando
las empresas no logran hacer el vínculo estratégico entre la cultura y las artes y las actividades e impactos propios de su negocio, invertir en estos ámbitos pasa a ser menos atractivo que hacerlo en otros.
Finalmente, además de lo ya mencionado, las empresas que sí seleccionan la cultura como foco de sus actividades de RSE, tienden a impulsar expresiones culturales no solo acordes con su negocio, sino que también con sus valores organizacionales y, por lo general, apoyan programas artísticos no controversiales que sean más fáciles de justificar (Dávalos 1990).
En Chile las empresas se enfocan en “formas culturales menos ruidosas en la transmisión del significado, las cuales ya están instauradas y legitimadas socialmente como valiosas”, es decir, que ya están consolidadas en las audiencias (Antoine, 2011). Afirma que en Chile la mayor parte de los fondos irían a pintura, música clásica, ballet, museos y galerías de arte, y difícilmente a disciplinas menos tradicionales.
Algo muy parecido ocurre en España, donde la pintura y la música clásica son los sectores culturales más favorecidos (Jiménez, 2008) y en Inglaterra, donde el 34% de la inversión privada en cultura es en patrimonio, 15% en artes visuales y 13% en museos (Business in the Comunity, 2012).
Por su parte, para Rodríguez-Penalas (2008), la empresa, en tanto que organización social, debe cooperar con el bien común, y como la cultura provee las condiciones para el bien común, debe ser considerada como una responsabilidad social empresarial porque las empresas pueden afectarle de diversas maneras. La gente construye cultura, pero también la cultura construye a la gente y afecta a su desarrollo. Las empresas deben asumir la cultura como un desafío. Los puntos considerados son: cultura empresarial sustentada en valores, cultura del trabajo y del mérito, cultura de la solidaridad y la confianza, la empresa como generadora de conocimientos y la cultura en el marketing.
A lo anterior hay que añadir que no sólo incrementará el bienestar psicológico y espiritual de los clientes internos o trabajadores de una empresa o de sus diferentes públicos externos de interés, como sus clientes o stakeholders, sino que además está comprobado científicamente que las empresas pueden aumentar su rentabilidad, tal como lo comprobó el IESE Business School.
Las empresas pueden ser humanas y rentables. El Humanismo y rentabilidad no sólo no están reñidos, sino que la atención integral a la persona contribuye a la buena marcha de la organización.