Dossier
¿Qué es Arte? 1
por RICARDO RAMÍREZ
Es una respuesta difícil, no porque no se pueda responder, si se puede, hasta en forma intuitiva y naturalmente; sino porque en este último tiempo, estamos llenos de definiciones conceptuales, hay una sobreabundancia de ellas, muchas contradictorias como en tantos planos, que terminan por anular el sentido mismo de lo que se entiende por una definición, y las reglas lógicas para que sea tal. Al primer intento de profundizar en Qué es arte, nos topamos con algo así, que nos trae la “enciclopedia” Wikipedia:
“La definición de arte es abierta, subjetiva y discutible. No existe un acuerdo unánime entre historiadores, filósofos o artistas.
Su función puede variar desde la más práctica hasta la más ornamental, puede tener un contenido religioso o simplemente estético, puede ser duradero o efímero. En el siglo XX se pierde incluso el sustrato material: decía Beuys que la vida es un medio de expresión artística, destacando el aspecto vital, la acción. Así, todo el mundo es artista.
A lo largo del tiempo se han dado numerosas definiciones de arte, entre ellas:
«el arte es el recto ordenamiento de la razón» (Tomás de Aquino);
«el arte es aquello que establece su propia regla» (Schiller);
«el arte es el estilo» (Max Dvořák);
«el arte es expresión de la sociedad» (John Ruskin);
«el arte es la libertad del genio» (Adolf Loos);
«el arte es la idea» (Marcel Duchamp);
«el arte es la novedad» (Jean Dubuffet);
«el arte es la acción, la vida» (Joseph Beuys);
«arte es todo aquello que los hombres llaman arte» (Dino Formaggio);
«el arte es la mentira que nos ayuda a ver la verdad» (Pablo Picasso);
«arte es vida, vida es arte» (Wolf Vostell)”[1].
Por una parte, les hace decir a los diversos autores, “definiciones” que jamás enunciaron, las expresaron de modo diverso o en un contexto que no siempre fue científico, por lo tanto, de diversa categoría. Por otra parte, se colocan, al mismo nivel, a grandes pensadores de la humanidad como Tomas de Aquino o Aristóteles junto a Marcel Duchamp, como si su aporte intelectual al pensamiento en general y al del arte en particular pesaran lo mismo. Y equiparar más de tres mil años de avance en el arte, con los últimos cien que reniegan de lo naturalmente humano. Esto es una trampa sutil pero constante en todos los aspectos de la línea del saber.
Para respondernos correctamente, primero debemos hacer el esfuerzo e intentar situarnos en la claridad mental que logra separarse de la cosmovisión del marxismo cultural y su axioma: “todo es arte”. Basta con un simple proceso de deducción lógica para entender que, “sí todo es arte, nada lo es”, y nada lo sería, porque la palabra arte en sí misma, etimológicamente describe lo opuesto, hace referencia a algo concreto y específico, distinto a lo mundano, lo cotidiano y lo intrascendente.
El cambio semántico que la palabra arte ha tenido al pasar de los años es evidente, como con muchos significados, éste se ha ido cambiando junto con el resto de otros elementos culturales. Pero, así como hay cambios conscientes que aportan al bien del ser humano y su crecimiento no solo material, sino que también espiritual, existen cambios y transformaciones que se han realizado con la voluntad de degradar los principios y valores de la civilización occidental, la cosmovisión tradicional. “No solo Dios tiene interés en los asuntos del hombre”.
El engaño que el posmodernismo, tanto en su línea natural de Izquierda como en su línea hermana por la derecha liberprogre nos ha hecho creer que debemos incorporar en el significado de “arte”, el subjetivismo y el relativismo, junto con la búsqueda de la libertad absoluta de medios, formas y contenido sin importar su repercusión social, en lo ético y estético, ni las implicancias psicológicas socioculturales que esto conlleva. Según ellos, deberíamos incorporar como norma, la transgresión a toda regla, - lo que es un absurdo porque esto se constituye en regla de acción. Mientras más se transgredan las reglas, que no son más que la guía y recomendaciones producto del esfuerzo de las generaciones anteriores por el bien de la humanidad, … tanto mejor.
El quebrantamiento a toda regla formal y material, ética y estética es tan absoluto, tanto por parte de los progresista como de los liberprogre, que incluso, a modo de ejemplo, deberíamos aceptar el impulso de un pedófilo porque de lo contrario estaríamos coartando su libertad, con normas y reglas externas, que el progresista quiere destruir y que el liberprogre no se atreve a defender, porque no quiere desentonar con el buenismo (o simplemente cobardía) que le ha permitido disfrutar de una insípida y artificial autoridad moral, cedida por sus oponentes políticos y por la complacencia que da el rodearse de arte de bajo nivel (se puede ser genial en un entorno débil), como también, porque son reglas que él mismo suele evadir; le es cómodo.
La comodidad de las dos corrientes nos sumerge en la mediocridad. En la mediocridad de contenido, porque se deja de buscar, encontrar y transmitir lo trascendente y dependiendo del caso es sustituido de un lado por: ideología política, panfletaria, subversiva, rupturista, blasfema, sacrílega; y por el otro en: algo comercial, decorativo, entretenimiento, efectismo, novedad, sensiblería y, el lucrativo negocio del espectáculo. En la mediocridad de los medios, para ellos no sólo les basta, sino que se promueve la utilización de materiales ordinarios, mezclas, (mixturas) sus propios elementos innobles, apoyándose en el subjetivismo y de esta forma
expandiendo el axioma deconstructivista “todo es arte”. Y en la mediocridad de carácter, el oportunismo, tanto para estar a la moda como para venderse como original y novedoso, una pobreza ética que permite usar y abusar de otros con tal de potenciar su imagen en
pro de aumentar sus seguidores.
Todo ello envuelto en el dulzor del ego y la importancia personal, la grandiosidad de sí mismo, con nombre y apellido, hasta seudónimos, porque si “todo es Arte”, todos somos artistas y por ello “somos dioses”, genios hedonistas, autocomplacientes y permisivos. El propósito no es encontrar el bien objetivo y la trasmisión de éste, sino que es la autosatisfacción, la autorrealización inmanente. La fama aporta con su siguiente fase en la degradación y el éxito comercial, y pone la piedra final al tradicional y verdadero sentido del arte.
«Siempre que se corta la relación entre la naturaleza y la gracia..., la totalidad del ser humano cae bajo el dominio del “conocimiento inmanente”, y las fuentes y fuerzas del amor en el mundo son subyugadas y finalmente sofocadas por la ciencia, la tecnología y la cibernética. El resultado es un mundo sin mujeres, sin niños, sin reverencia por el amor, en pobreza y humillación, un mundo en el que el poder y el margen de ganancia son los únicos criterios, donde el desinteresado, el inservible, el que no tiene un fin determinado es despreciado, perseguido y al final exterminado, un mundo donde el arte mismo es forzado a vestir el manto de la tecnología y los nuevos
materiales»[2].
Lo importante es comprender que a cierta escala solo hay dos grandes concepciones de arte, una apoyada en la realidad y en un proceso de autorreflexión con un perfeccionamiento de tres mil años, y otras que aparentemente se muestran como diversas, pero
esencialmente son una, en el sentido en que todas se oponen a los trascendentales, van en desmedro de la dignidad humana y social, y se apoyan en el principio de inmanencia. Por esto, para acercarse a una correcta respuesta, esta debe hacerse con los dos pies fuera del posmodernismo y de las corrientes que lo originaron.
En efecto, nos encontramos con dos definiciones de arte muy distintas o mejor dicho una definición clara y otra ambigua, difusa, líquida, a la manera de Bauman[3], en que la utilización de dicha palabra es para todo menos para aquello que dio su origen. He allí la gran decepción de millones de personas en todo occidente, que se dirigen a los centros de eventos, conciertos, salas de teatro, galerías y museos, en busca del sentido original del arte, pero solo se encuentran con éste otro, uno deconstruido o como se llaman a sí mismos, “arte contemporáneo”. Para conectarnos con el real significado de Arte, debemos buscarlo más atrás, antes de esta categorización ideológica.
que “el hombre no nace, sino que se hace”[7]; antes de que “lo nuevo es mejor que lo bueno”[8]; antes del “materialismo histórico”[9]; antes de el “ateísmo militante”[10]; antes del “relativismo y subjetivismo”[11], ... Es decir, antes de que se impusiera por fuerza y estrategia ideológica el posmodernismo o la hegemonía del marxismo cultural[12]. En “ese antes”, el hombre occidental podía encontrar en su vida, un sentido trascendente de la realidad y, en esa realidad objetiva, descubrir la verdad, la bondad y la belleza.
La realidad, y la capacidad cognoscitiva de asirla como entes verdaderos, permitieron que, desde los primeros hombres, se buscará en ella, el sentido de la vida. Pese a las difíciles épocas primitivas, en que las estructuras sociales tribales eran las que predominaban, y que la lucha por la supervivencia centraba el que hacer de lo cotidiano, se indagaba en “raison d'être” de las cosas. Tenemos abundante evidencia de que su relación con lo trascendente siempre estuvo presente. Reconocibles en sus productos como la joyería, pinturas, instrumentos musicales, pequeñas esculturas, y tantos otros elementos que no jugaban ningún rol vital para la supervivencia, más si para el mundo espiritual y cultural.
Tras milenios, podemos ver la influencia positiva de ciertos hombres que no dejaron de intentar en ir perfeccionando sus potencialidades en todos los aspectos del quehacer humano, y con mayor propiedad, en aquellos que permitían una aproximación, vía racional y perceptiva, a las respuestas de las preguntas esenciales. El arte fue cultivando en cada una de sus manifestaciones una mayor especialización de sus formas de realización y manifestación. De los sonidos estridentes a los armónicos, de la abstracción geométrica a lo figurativo realista, etc. Este perfeccionamiento no solo logró mejorar el arte en sí mismo, sino que contribuyó, enriqueciendo el mundo espiritual; la aprehensión y el entendimiento de la realidad, y con ello, hizo realmente, avanzar la cultura, en la dirección del bien.
La especialización fue haciendo cada vez más sofisticada y compleja en la manera de crear; los temas centrales a su vez, fueron más precisos, ya que tocaban lo esencial de la existencia, pero, al mismo tiempo, como en el caso de los griegos, la actividad creativa era al final simple: el arte, con todas sus disciplinas, como la pintura, la música, la escultura, la poesía, fuera de todo egocentrismo del tipo moderno, eran guiados desde fuera “por los dioses”[13]. Siempre ha habido en la labor artística algo que la excede, en su origen y en su producto final. No existe línea más poderosa y encantadora en la literatura universal que las primeras palabras de la Odisea de Homero: “Cántame, Oh Musa, del hombre...”.
El paradigma del cristianismo, para la Civilización Occidental, significó avanzar a un estadio superior en todos los niveles. En el plano artístico, se va produciendo un profundo avance cuando se superan los intentos de influencia por parte del aniconismo e iconoclastia de
herencia gnóstica, hebrea, islámica, y posteriormente protestante. Estos grupos son conducidos por una mentalidad dualista o maniquea, contraponen el espíritu a la materia, y no pueden concebir una relación equilibrada entre los dos principios que constituyen la obra de arte, …y la realidad misma. Lo mismo hará la dialéctica negativa y las corrientes deconstructivistas contemporáneas, con sus “productos” culturales. El reencuentro con las “imágenes” visuales y auditivas que genera la realidad, permitió armonizar el mundo grecorromano clásico con el cristianismo y llevarlo a su mayor esplendor.
De aquí en más, es que la historia del arte encuentra su fundamento teológico y epistemológico, en el hecho histórico de la Encarnación del Verbo y posteriormente, en la definición magisterial del concilio de Nicea, que postula de modo definitivo, la posibilidad real de una re presentación estética del espíritu, a través de la materia, por parte del artista. La posibilidad de materializar las ideas en auténticas obras de arte, es el primer fundamento de la “via pulchridutinem”. En otras palabras, el fin del arte es la obra bella, es decir la belleza multidimensional, generada y regenerada por el espíritu, para re-presentarlo perennemente (perpetuamente).
El arte vuelve a buscar en la realidad, el material conceptual y físico. La labor será motorizada por l inspiración (como participación de la luz intelectual divina); y la conformación (tomar forma) de la obra, es guiada por la razón, considerando todos los elementos y principios para su resolución. El arte, como labor, tiene por fin seco o propio, la confección de una obra artística que
debe realizarse correctamente[14] según su naturaleza (obra bella). Característica que se halla enunciada en la naturaleza del objeto, de acuerdo con estas necesidades objetivas para las cuales está hecho[15].
Así, la noción de arte se constituye al mismo tiempo: a) de modo sintético, como un lugar que condensa la “cultura” del ser humano, y lo esencial de su cosmología, lo “cultual”; b) en una cualidad operativa que concretiza espíritu en la materia; c) en un símbolo concreto u obra que encarna formas e ideas. Destacan, así, sus cualidades ónticas-estéticas. Y esto es una manifestación única del ser humano. Función que busca imitar el proceso creativo para acercarse a la creación misma, y manifestar el resplandor del ente (belleza). La imitación μίμησις [mímesis], de imágenes (del griego eikon o imagen) a la que aquí nos referimos, no es la copia servil, ni el clonaje del objeto, ni del modo de hacer algo, ni el seguimiento simplemente literal de cánones..
La imitación es la acción por la que nos apropiamos de manera práctica e intelectual de los principios teóricos y prácticos del quehacer artístico. Es un particular y específico “saber hacer”. Es una participación en el acto creador de Dios, en cuanto artífices. Por lo que es un
esfuerzo permanente, en el que se intenta obrar como Dios lo haría en nuestro lugar, produciendo obras verdaderas, buenas y bellas que ayuden al ser humano en su dignidad y fin último, la felicidad eterna. En el nivel adjetivo de la obra podemos identificar lo artístico (artisticidad) como una cualidad óntica-estética de un objeto particular o ente artificial.
Las grandes civilizaciones dan muestra de su legado artístico cultural, y son de las que se desprende el origen mismo de latín) su palabra. Tras la Etimología de Arte, encontramos la palabra “ars” ( [16], que deriva, de diverso modo, de tres nociones: Techné, (griego), la técnica racional y motriz para la producción de obras). Póiesis (griego), la producción de algo, impulsado por la inspiración, las musas o diosas de la creación. Aretés (latín), lo excelente, lo virtuoso. La raíz fonética[17] de la palabra latina ars, en efecto, viene de Aretés. El concepto de arte contiene estas tres nociones en su vocación intrínseca e inseparable.
Siglos más tarde que los propios griegos, el gran filósofo Tomas de Aquino nos da una actualizada definición de arte, que no anula la visión del arte clásico greco-romano, sustentada en la mirada Aristotélica, y, que perduró hasta su tiempo, sino que asume todo el sabio patrimonio precedente. Su definición de arte es: recta ratio factibilium[18], "la razón correcta para hacer artefactos". Por lo tanto, este hábito operativo, el ars, es una cualidad de la inteligencia práctica que, mueve a la voluntad a obrar (expertum) virtuosamente (aretés), según principios ciertos y específicos (techné), con el fin de crear obras artísticas excelentes (poiésis) y útiles (delectabile) para el bien común. La noción de arte, como hábito, a la que se refiere el doctor angélico de Aquino, da origen a las obras y a la dimensión sintética y cultural. Por eso, ha sido necesario, en párrafos precedentes, identificar claramente las coordenadas conceptuales para una posible
definición.
Tenemos entonces, la recta razón práctica, que es el conocimiento de lo que un artista quiere hacer y de la forma correcta de hacerlo, el método, reglas y principios necesarios; y la habilidad practicada, es decir, el hábito adquirido por el entrenamiento de las disposiciones naturales (talento), y por la realización de las operaciones necesarias para la creación de una obra de arte..
Arte
“la vía de creación sabia de obras bellas, verdaderas y buenas, sin utilidad práctica, que persigue la Belleza y por medio de ella, comunica a los sentidos superiores, de forma clara y objetiva, aspectos esenciales de la realidad multidimensional, y, así, eleva la dignidad humana y dispone al espectador a lo trascendental".
Durante el Renacimiento, esta definición de arte se mantuvo. En el verdadero arte, lo importante es la verdad, material y espiritual, no lo verosímil. Por eso es errado hablar de ilusión renacentista. Pero Tomas de Aquino no pudo haber visto, o por lo menos no en su definición, que llegaría el momento en que la humanidad abandonaría lo evidente, hasta negar la misma realidad objetiva y con ello toda noción de Verdad, Belleza y Bondad; los trascendentales.
Esto comienza, en el plano del arte, con Charles Batteux 1780, quien, siguiendo los postulados racionalistas e idealistas, malinterpreta el
concepto de mimesis, y lo traduce como una simple copia de la realidad o de los antiguos maestros, a esto se suma la incorporación de los principios de inmanencia, naturalismo materialista, el gnosticismo cabalístico, el subjetivismo, el relativismo, etc. Los que habían comenzado con Ockham, Spinoza, Descartes, Kant, entre otros.
Por ello, reconociendo el mundo caótico, desalmado, materialista, colectivista y deconstructivista que estas corrientes de pensamiento han llevado a la civilización occidental, hoy se requiere una definición de arte más completa, que recupere los elementos esenciales y sustanciales tras un siglo de ataque sistemático.
Podríamos describir el Arte como “vía de creación[19] sabia (con ética y estética) de obras (de excelencia) bellas, verdaderas y buenas, sin utilidad práctica (valiéndose del cuerpo y la materia, acciones, imágenes, sonidos, lenguaje), que persigue la Belleza (aquella que resplandece e ilumina el alma), y por medio de ella, comunica a los sentidos superiores (vista y oído), de forma clara y objetiva, aspectos esenciales de la realidad multidimensional (material y espiritual), con una finalidad axiológica, conectando al espectador con lo trascendental (develando la verdad)”[20] .
Esta vía de creación es una labor sapiencial, un “saber hacer”, porque se basa en el nivel especulativo, de principios y criterios objetivos y universales, para “verlos” y “ordenarlos” racionalmente en el obrar concreto. Por eso podemos decir que el artista, que hace arte verdadero, es más un sabio que un hacedor, en él preexiste la razón de las obras que el arte produce[21]. En este caso, no es tanto el arte un “hacer”, sino un saber hacer, por ello el artista es un “sofós” (Sophos – σοφός «Sabio»), no un ejecutivo[22] (realizador, ejecutante). Su saber hacer lo forma y dignifica a él primero antes que a la obra.
La teleología particular de la actividad artística, es la búsqueda y manifestación de la belleza mediante la obra de arte. Esta finalidad se verifica cuando logra un correcto equilibrio con el fin intrínseco que persigue por medio de la belleza. La finalidad de la obra en sí es su bien óntico - formal, es decir que sea y que esté correctamente terminada, según su naturaleza y la forma ejemplar o idea que la originó. La finalidad del artista, por ende, de su labor artística, es crear un ente, la obra artística, que tenga tal ‘fuerza estética’ que mediante ella atraiga al alma al gozo humano (no mero placer emocional) y que instrumentalmente le permita extraer todo el contenido de verdad que ella posee y así le participe además de su bondad, es decir lo haga crecer axiológicamente, finalidad que mira al crecimiento integral de la persona humana, y así, de toda la sociedad.
La finalidad de la obra en sí es su bien óntico - formal, es decir que sea y que esté correctamente terminada, según su naturaleza y la forma ejemplar o idea que la originó. La finalidad del artista, por ende, de su labor artística, es crear un ente, la obra artística, que tenga tal ‘fuerza estética’ que mediante ella atraiga al alma al gozo humano (no mero placer emocional) y que instrumentalmente le permita extraer todo el contenido de verdad que ella posee y así le participe además de su bondad, es decir lo haga crecer axiológicamente, finalidad que mira al crecimiento integral de la persona humana, y así, de toda la sociedad.
Una vez establecido el fin de la obra, es decir su bien ontológico, que exista y sea de tal o cual modo, afirmamos que el primer fin que pretende el artista es la configuración pulcherrima de la obra o la belleza. La razón de ser del arte es lo bello. O sea, el arte verdaderamente humano y para seres humanos, busca la creación de una obra que posea estructuralmente las tres condiciones necesarias para que esta se dé: perfección o integridad; proporción o armonía adecuada; claridad o nitidez inteligible y sensible.
Por lo tanto, la finalidad del arte no es ser un tipo de lenguaje, o vehículo de conocimiento, otro tipo de instrumento de comunicación o expresión consciente o del inconsciente, o médium para la catarsis emocional, o avatar de propaganda política. El objetivo del arte es principalmente la belleza, una profunda e integral, en conexión con los demás trascendentales (Verdad y Bondad), que sea capaz de relacionarse con toda la interioridad humana.
Aunque al progresismo le arda la herida, "el arte dice Etienne Gilson[23], se halla en su mejor estado cuando su objeto es servir a la religión". Esto se debe a que la belleza del arte (su fin propio) sirve a la Belleza de la religión (cuyo propósito de la religión es la unión con la Belleza Universal, es decir, con Dios). El servicio del que hablamos, se funda en la reverencia, la dignidad y el amor, no en aquella noción posmoderna que usa para certámenes políticos.
Pues bien, para acercarnos a la respuesta de ¿Qué es arte?, hemos usado varias veces, conceptos como: subjetivo y objetivo; los que, junto a otros términos técnicos del lenguaje del arte, no siempre han alcanzado una comprensión certera, al menos, no en cuanto queremos definirlos en esta publicación, o sea desde una mirada concreta y realista, fuera del posmodernismo delirante. Por eso, en función de lograr una comprensión lo más acabada posible de la definición de arte, debemos ahondar en ellos. Conceptos como Belleza, Verdad, Realidad, Estructura, Integridad, Claridad, Armonía, Arte Sagrado, Arte Religioso y otros, los veremos en las próximas entregas.